… Y SE FUE , SALTANDO COMO GRILLO
Nació de la tierra, de la raíz más profunda, ahí donde la oscuridad es tibia y todo está enredado en sueños lucidos. Mezcalito no tiene tiempo ni edad. Es niño, es anciano, es una chispa azul bailando entre las ramas del “mundo”.
Verás unos ojos grandes como lagunas y un cuerpo ligero como viento entre hojas. Danza descalzo atravesando pantanos subterráneos, allí donde las esporas trasminan visiones y fabulas de aliados antiguos. Carga con un perro negro, y a veces se sienta sobre los cactus, otras flota en burbujas de agua. Los dos se miran y se carcajean del “todo”. En su cabeza lleva una flor magenta donde descansa un saltamontes blanco, espíritu que conoce los secretos del equilibrio.
Mezcalito no busca, no persigue, simplemente está. Es la presencia en la brisa cálida antes de una revelación, el parpadeo de colores en la sombra de la imaginación. Se tambalea y se ríe en el borde de lo real y lo imposible, guiando con sus pisadas invisibles a aquellos que sienten, a aquellos que escuchan.
Él no da respuestas, solo abre puertas. No señala el camino, solo recuerda que ya lo conoces. Porque todo está tejido, todo es un hilo enredado en la misma historia.
Y si alguna vez lo ves en la esquina de un sueño, si de pronto percibes su luz desfasada, no le preguntes a dónde va. Solo síguelo.