LOS INMORTALES

Cuando el mundo se quebró, lo hizo en silencio. No hubo explosiones, ni gritos, ni siquiera cenizas cayendo del cielo. Solo una pausa, una grieta en la realidad donde el tiempo dejó de avanzar. Lo que sobrevivió, mutó. Lo que resistió, se quebró desde dentro.

Pero ellos siguieron.

No eran humanos. No exactamente.

El primero era un mono. Alguna vez fue una criatura libre, pero ahora sus huesos eran cables, su piel era blindaje, y sus ojos, faros fríos que atravesaban la niebla del mundo muerto. Se movía con la agilidad de lo salvaje, pero con la precisión de algo diseñado para no fallar jamás.

El segundo era Hempty. Un ser sin rostro, sin historia, sin alma. Solo un caparazón vacío buscando algo que no sabía nombrar. Montaba un devorador, una bestia de acero y llamas que tragaba todo lo vivo, dejando tras de sí un olor a carne quemada y metal derretido.

Juntos atravesaban los campos de jade. Antes, la gente decía que aquel pasto traía paz, que sanaba el espíritu. Pero ya no quedaban espíritus. Solo cuerpos. Solo máquinas.

Y ahí, entre lo verde y lo olvidado, lo encontraron.

Un trozo de pan.

Ni podrido, ni roto. Perfecto.

Los Inmortales se quedaron quietos. No por miedo. No por hambre. Sino porque, en ese instante, algo se sintió diferente.

Sobre ellos, el cielo se desgarraba.

Las figuras ascendían, cuerpos livianos que flotaban como si el peso de la existencia ya no los atara. Los Desaparecidos, aquellos que escaparon de la gravedad. Nadie sabía a dónde iban. Nadie sabía si era un premio o un castigo.

Hempty sintió algo que no comprendió. Un eco dentro de su vacío.

El Mono no movió un solo músculo. Su procesador, su instinto, lo que fuera que lo mantenía en marcha, le decía que este momento debía conservarse.

Ese pan no era alimento.

Era una prueba.

Prueba de que, en otro tiempo, el hambre no se saciaba solo con carne. De que el calor de un hogar no venía de llamas, sino de manos compartiendo un bocado.

Pero el momento se escurrió entre los engranajes del tiempo.

El cielo siguió su danza.

El pan quedó en su sitio.

Y Los Inmortales continuaron su camino. Sin mirar atrás. Sin tocarlo.

Previous
Previous

I GOT YOU

Next
Next

… Y SE FUE , SALTANDO COMO GRILLO