I GOT YOU
Samurai Boy caminaba con pasos firmes sobre la arena húmeda. Bajo la penumbra violeta, cada pisada dejaba un rastro de flores de cuna de Moisés. La marea respiraba lento. El cielo, un tapiz nublado y pesado, se partía en jirones por donde la luna espiaba, haciendo del mar un campo de diamantes flotantes, un azul profundo turquesa, como infinito.
En su espalda, Bacteria Cat apenas pesaba, pero su presencia era un ancla. No maullaba, no se movía, solo se aferraba con sus pequeñas garras y admiraba.
Adelante, el horizonte se rompía.
La raja entre los mundos.
Se abría sin sonido, revelando un abismo de luz verde neón. Vibrante. Voraz. Incomprensible. Era como si el cielo mismo estuviera parpadeando, entrecerrando los ojos de la existencia y la nada.
Samurai Boy se detuvo.
Respiró.
Bacteria Cat movió una oreja, en un gesto casi imperceptible. Una miradita de reojo. La última.
Y sin una sola palabra, sin preguntas, sin promesas, Samurai Boy alzó a Bacteria Cat con ambas manos y lo lanzó.
El aire silbó.
El portal se lo tragó.
Y Samurai Boy se quedó allí, con la espalda erguida, mirando el destello desvancer, dejandose abrazar por la melodía de las olas y el sendero de flores meciéndose en la brisa.